Un gran ausente en el mensaje presidencial del 28 de julio pasado fue el Gas Natural Vehicular (GNV). No se le mencionó en ningún momento del discurso. Caso contrario a lo ocurrido el año pasado cuando en su mensaje a la Nación, al asumir el gobierno el Comandante Ollanta Humala se había comprometido a que “Masificaremos el uso del GNV como combustible barato y accesible a todos”. Tres promesas subyacían bajo esta declaración: masificar, barato y accesible.
Como en muchas otras promesas de este gobierno, no se dijo cómo, cuándo ni dónde; simples declaraciones sin sustento técnico. Sin embargo la lógica política, la presión popular y la lógica económica exigen soluciones no sólo de larguísimos plazos y millonarias inversiones, sino de acciones sencillas y de ejecución inmediata. Y ya que se han comprometido con el GNV, dejando de lado la promoción del GLP automotor (que es más rápida y menos onerosa), para insistir con el GNV, pues entonces que hagan algo en el corto plazo; pero nada de eso sucede.
Un año después de esta promesa, ya no electoral, sino desde una plena asunción gubernamental, con profesionales asesores que supuestamente conocen del tema, no se ha visto ninguna medida promocional del gobierno que acompañe la iniciativa privada y estimule la inversión.
Para muestra, un botón.
¿Creen ustedes que existirá incentivo para la inversión en nuevos gasocentros, cuando éstos atienden 11.5% menos vehículos promedio anual en el último quinquenio? Mientras que el parque automotor peruano se viene renovando a ritmos que son un boom vehicular (24.2% más el año 2011), no hay ninguna promoción significativa para orientar estas importaciones hacia combustibles ecológicos.
Y es que, si de GNV se trata, pues de lo que debemos ocuparnos es de la inversión acumulada en los puntos de venta que debe ser tenida en cuenta y del diseño de medidas para incrementar el número de vehículos demandantes. Si no aumenta el número de vehículos demandantes, pues no habrá forma de llegar a una masificación.
Está demostrado que la demanda de este combustible, por su bajísimo precio al automovilista, es inelástica al precio, es decir que su elevación o baja ocasionan variaciones volumétricas insignificantes. Más aún cuando tenemos en cuenta a los taxistas (50% del parque de taxis operan con GNV), empiezan a recibir mayores ingresos al cancelar sus préstamos para adquisición de vehículos nuevos. Esto quiere decir que no es el precio al automovilista lo que finalmente va a hacer que cobre más importancia el GNV en la matriz energética.
Políticas como la de exonerar del IGV la importación de vehículos nuevos a GNV, o la devolución de los impuestos pagados y un tratamiento igualmente promocional a los servicios de conversión y sus kits, o la conversión obligatoria del parque automotor estatal o la ampliación de los bonos de chatarreo para los vehículos menores tanto de servicio público como particular son las que no se han aplicado todavía y la situación puede volverse aún más complicada de imperar como se viene percibiendo el desaliento comercial.
El gobierno se ha dedicado a promulgar leyes a favor del desarrollo de la industria del gas natural, las mismas que, en el caso de la comercialización del GNV son inexistentes, pues se circunscriben a la exploración, producción y transporte del gas natural pero que no tocan en absoluto el aspecto comercial de la misma. Esta es una omisión injusta, pues sin gestionarse la adquisición promocional de vehículos a GNV o su conversión no se tendrán mayores avances. No olvidemos que los proyectos de ductos y plantas para GNV requieren de la inversión privada para construir los puntos de venta y ésta no se dará si es que el número de vehículos usuarios no se incrementa sustantivamente. Lograr esta promoción no requiere de leyes especiales sino de una simpe consecuencia técnica de los funcionarios con la promesa presidencial
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