Para
los economistas, el Estado interviene en la economía solo por dos grandes
razones: Por fomentar la eficiencia y por equidad.
Según este análisis, intervenir para construir una refinería de petróleo existiendo una oferta real y potencial del sector privado que no implica costo ni riesgo para
el Estado en plena globalización económica y, lo que es peor, pagando a la
estatal precios superiores a los que resultarían de su importación no
monopólica, no existen razones para tal intervención.
Añadámosle
a esta lógica el argumento legal insoslayable para cualquier intento de
búsqueda de financiamiento internacional que se quiera lograr, que la
Constitución prohibe desarrollar actividad empresarial si no es para cumplir un
rol subsidiario (es decir para actuar solo donde no hay interés de privados),
por causas de alto interés público o manifiesta conveniencia nacional,
supuestos que en el caso de la refinería de Talara no se cumplen (cosa
diferente al caso de la refinería de Iquitos, por ejemplo) .
Agreguémosle
a esta argumentación legal, la baja de los márgenes mundiales de refinación,
que entre los años 2007 y 2011 cayó en promedio 17.3% anual y que se estima
sigan cayendo por la inocultable incidencia de la explotación del shale gas y
sus plantas de separación, así como el cada vez mayor reemplazo de los consumos
de gasolinas, diesel, GLP de procedencia refinera y residuales por derivados
del gas natural cuya producción mundial crece anualmente 76% más que la de
petróleo crudo. Para suerte nuestro país tiene gas natural.
Si a pesar de todo, se sigue insistiendo que
hay que invertir, habría que determinar con claridad que monto estaríamos
dispuestos económicamente a desembolsar. De acuerdo con los principios del
Sistema Nacional de Inversión Pública - SNIP, los proyectos deben buscar
eficiencia en la utilización de los recursos, sostenibilidad en la mejora de la
calidad o ampliación de la provisión de los servicios públicos intervenidos por
el proyecto y el mayor impacto socio económico. La aparente ventaja de no estar
Petroperú sometido al SNIP no es óbice para atentar contra estos principios.
Los logros económicos del Perú que hoy
exhibimos ante el mundo, son resultado de la búsqueda de este objetivo
económico. El año 2012, nuestro país habrá crecido casi 19,000 millones de US
Dólares, con un presupuesto que busca ir avanzando en la búsqueda de inclusión
social y en satisfacer necesidades postergadas año atrás año; ¿Podríamos
permitirnos el lujo de invertir el equivalente a casi un tercio de este esfuerzo
y sacrificio de todos los peruanos, a un proyecto que no contribuye a los
objetivos de la inversión estatal?
Desde el punto de vista económico; si una
refinería como Talara requiere 3,450 millones de USD para modernizarse y ampliar
un 46% su capacidad de refinación llegando a los 95 mil barriles diarios, significa
atribuir un valor cero a la inversión actual. Un desembolso de esta magnitud
solo se justifica económicamente para una capacidad que por lo menos cuadruplique
la prevista para Talara.
Tampoco podemos coincidir con lo que
señala el Presidente de Petroperú que las razones para no importar diesel sean
de política pública, seguridad energética o por abastecimiento porque podría
haber en cualquier momento un problema del mercado internacional, pensamiento
éste característico de los promotores del modelo económico basado en la
sustitución de importaciones que tuvo especial favoritismo para los populistas
latinoamericanos entre los años 40 y 50 o en los desarrollistas de los 60´s y cuyas
consecuencias negativas fueron principalmente una ineficiente asignación de
recursos, presiones inflacionarias y subsidios para la formación de monopolios
estatales, de todo lo cual hoy en día el propio Gobierno quiere alejarse. Si
cuesta tanto al país reducir el contenido de azufre en el diesel y hay
economías del mundo que lo producen con mayor eficacia, con economías de escala
y precios más competitivos y si además los peruanos pagaremos precios como si
lo estuviéramos importando, no existe argumento válido para insistir en que no
se importe, si fuera necesario. El impacto de la sustitución por gas natural,
que casi no contiene azufre, es igualmente otro factor que al parecer no es
tenido en cuenta en el balance de impactos de contaminación ambiental.
Es tiempo que se revise la orientación
estratégica de la industria petrolera estatal nacional descartando a quienes
promueven una integración riesgosa aguas arriba de la industria en actividades
de exploración/producción y mirando más bien aguas abajo, en donde se
encuentran los márgenes comerciales más rentables. Así, se podría dividir la
actividad empresarial entre las actividades refinera, a la que podría llamarse
PetroRefino, término acuñado por la actual administración petrolera y las
actividades comerciales a la que podríamos llamar Petroperú Comercial, como fue
diseñada en los años de la modernización de Petroperú. De esta manera se
lograría superar los magros resultados económicos actuales, evitando pérdidas
por proyectos anti económicos como los de compra/venta mayorista de GLP,
créditos innecesarios a los distribuidores mayoristas, etc.
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