Cuando aún teníamos fresco un intento felizmente frustrado por imponer desincentivos vía tributación para disminuir la venta de GLP automotor, esta vez es el GNV (Gas Natural Vehicular), el que ocupa la atención por las inmensas colas que se agudizaron esta semana al paralizarse el despacho (por fallas técnicas), de uno de los dos únicos puntos de venta que existen actualmente en Lima.
Reclamos de los favorecidos con los créditos para la conversión de sus unidades (taxis, principalmente), por la demora en atención en condiciones normales y ahora exacerbada por una única fuente de suministro, la poca autonomía resultante que los obliga a cargar GNV y perder tiempo 2 ó 3 veces al día, el tamaño de los tanques instalados, la costumbre de nuestros transportistas de cargar 3 o 5 nuevos soles a cada momento y que ahora no es posible efectuar, la mayor demora de despacho y su negativa a operar como autos duales con la gasolina 90 que cuesta el doble, son definitivamente una mala publicidad para la promocionada conversión y los afectados reclaman que “se construyan más gasocentros”, como si fuera así de fácil resolver el problema y hasta hablan de “acabar con el monopolio”.De parte de los talleres de conversión, estos también piden que ya no se autoricen más pues con los 23 actuales consideran que se ha cubierto ya la oferta máxima posible.
Vale en este caso, una pequeña aritmética. La Cámara Peruana del Gas Natural Vehicular ha informado que al mes de julio 2006 un total de 1,831 vehículos habían sido convertidos a GNV, lo cual implica una media de atención de 916 vehículos por gasocentro. La autonomía de viaje para una unidad con un cilindro de 16 m3 es entre 120 y 140 Km en ciudad (según la misma Cámara).
Si tenemos en cuenta que se estima un promedio conservador de 450 km recorridos diariamente por un taxista (considerando que sólo trabaje 12 horas), tenemos que deberán acudir a recargar sus unidades como mínimo tres veces al día al gasocentro. Es decir que cada gasocentro tendrá que efectuar cerca de 3,000 despachos a carga llena diarios. Esto implica 12,000 minutos como mínimo para cargarlos (tiempo record de 4 minutos por unidad debiendo tener en cuenta además que el GNV requiere llenado lento para introducir más GNV al tanque que con llenado rápido [1]), y si consideramos que el día tiene 1,440 minutos, aritmética pura, se requieren 8 mangueras por gasocentro operando permanentemente durante las 24 horas del día. En la medida que esta enorme oferta de mangueras no se cumple por razones de inversión y costos operativos, concurrencia simultánea y limitaciones de espacio ya podemos suponer el tremendo problema que se arma operativamente para brindar un servicio con un mínimo de calidad.
La respuesta urgente técnico económica y no política a las preguntas y la atención de los reclamos corresponde al Ministerio de Energía y Minas, impulsor de las conversiones, el financiamiento y hasta del famoso microchip inteligente y quizá hasta de los 500 vehículos de la PCM que esperan el resultado de la licitación para su conversión a GNV. Esta información no se dio oportunamente al mercado y sólo presentó la cara bonita del menor precio y del cambie ahora pague después. Esperemos que esta respuesta surja rápida, conocedora del problema y no cortoplacista reconociendo de una vez por todas que el GNV no compite con el GLP sino que son productos concurrentes en los que incluso éste último tiene mayores ventajas como ahora aparece más claramente.
[1] Un llenado lento introduce más gas al tanque que un llenado rápido. El motivo de esto es que a medida que el gas aumenta la presión en el tanque, está en efecto comprimiendo el gas que ya está ahí - y esto provoca un aumento de temperatura, lo que a su vez reduce la densidad del gas.
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