Algunos factores que impulsan a los gobernantes a proponer limitar el crecimiento de las ventas de GLP para uso automotor son:
- La vigencia de subsidios indiscriminados que benefician indirectamente a los automovilistas cuando se quiere beneficiar sólo al GLP para cocción de alimentos.
- La poca producción nacional de GLP que obliga a mayores importaciones con precios externos al alza pero obligados a mantener el subsidio en el mercado interno.
- La carencia de GLP en el país, incluso si tienen Gas Natural pero pobre en líquidos.
- Falta de capacidad de almacenamiento en el territorio nacional para la mayor demanda.
- Interés por exportar GLP no consumido en la medida que pudiera generar mayores ingresos a los productores/Estado.
- Disponer de GLP para la demanda petroquímica que se supone más de avanzada que vender materias primas.
- Imposibilidad temporal de aplicar un impuesto especial al uso automotor del GLP como una manera de compensar la merma en la recaudación de impuestos a la venta de gasolina reemplazada. En el Perú por ejemplo un galón de gasolina 90 paga casi 6 nuevos soles de impuestos y el GLP vehicular sólo uno.
- Sensación que los gasocentros están ganando mucho dinero en la venta de GLP, comparándolos erróneamente con el sector envasador que más bien se encuentra en crisis de rentabilidad.
- La vigencia de precios internos por debajo de la paridad de importación que dificulta la importación, “amorfinando” al consumidor local y generando mercados paralelos y cuotas de atención.
- No han estudiado bien la economía (no sólo el precio), de los combustibles alternativos, ni lo que significa un cambio real de matriz energética, ni han definido tampoco un horizonte de planeamiento de por lo menos 10 años aplicando más bien una conducta corto placista.
Tenemos aquí un decálogo de motivaciones, algunas economicistas, otras de tentación populista, algunas de políticas erradas y cada vez más onerosas y las muchas de carencia de confianza en el mercado y en la iniciativa privada para resolver sus problemas en forma autónoma.
La tentación controlista siempre presente en nuestros gobernantes es ya un defecto de nacimiento, forma parte de nuestra “indiosincracia”. Se propone así, que la empresa estatal invierta en abrir puntos de venta de GNV, se indica que va a haber escasez de GLP y que el precio va a subir. Se invita a invertir en GNV pero se desalienta al inversionista de GLP por supuestamente ganar mucho. Importamos crudo, diesel 2 y gasolinas y seguramente lo seguiremos haciendo por muchos años más, pero se llama al susto porque en algunos meses se podría necesitar importar GLP y en pequeñas cantidades.
Se ha vuelto a insistir en la política de desaliento al GLP para uso automotor y no se explica que haremos posteriormente cuando casi dupliquemos su producción. Se dan ultimátums a concesionarios y muchas más declaraciones en diferentes niveles y cual más desorientadora sin respetarse tampoco, y esto es lo más grave, los derechos de los consumidores que optaron por invertir en la conversión a GLP sin apoyo estatal.
Si no desea el Estado que se importe GLP para vehículos y desconfía de la iniciativa privada, por que no pone atención también en las gasolinas (combustible sustituto) en la que somos excedentarios. En la medida que todos los vehículos convertidos son duales, es decir tienen aún la posibilidad de consumir gasolinas y que más tarde que temprano dejarán de pagar impuestos por conversión vehicular, ¿por qué no bajar temporalmente vía precio/impuestos la venta de gasolinas sin plomo para que compitan en el mercado? Sólo la gasolina 90 ha bajado sus ventas tres millones de galones entre marzo y julio del presente año en comparación con el mismo período del 2005. Esta y/u otras medidas deben resultar de un análisis desprejuiciado que evite el molesto pistoneo de las declaraciones apresuradas de nuestros gobernantes y que demuestran poco afinamiento para resolver problemas.
GLP
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Bedón