El primer semestre de 1992 fue testigo de un febril proceso de venta de las estaciones de servicio y grifos propiedad de Petroperú (en adelante grifos)। La COPRI (antecedentes de lo que hoy es Pro Inversión), exigía que los grifos fueran vendidos antes de las fiestas patrias de 1992. Y es así como se organizaron once maratónicas sesiones de venta con 7 ú 8 subastas cada una, tres veces por semana tanto en el auditorio de Petroperú como en tres salones menores que se habilitaron para tal efecto.
“Los dioses quieren sangre”, decía quien hoy es un alto funcionario de la empresa estatal para justificar esta celeridad y promover la ofrenda a los privatizadores. En esa sed de sangre se transfirieron al sector privado 78 grifos, 65 de los cuales se ubicaban en Lima en las más importantes arterias comerciales. Quizá pensó el funcionario que con la venta de los grifos los dioses calmarían su sed y no tocarían otros activos, cosa que como sabemos no sucedió. Hoy tiene como encargo más bien todo lo contrario, conseguir bocas de salida.
Todos entendíamos que éste era un despropósito; iniciar la privatización justo con las bocas de salida de la empresa era entregar lo más preciado del negocio de retail, la “localización” de sus puntos de venta. Comercialmente hablando un mal negocio. Refinería y grifo van siempre de la mano para hacer negocios y en épocas de crisis se observan mejor sus efectos.
Se pretendía acabar así con la integración vertical. La recomendación al interior de Petroperú (que no fue aprobada por los dioses sangrientos), era que estratégicamente se dejará esta venta para el final y que se formarán además tres grandes cadenas de grifos en Lima.
Los grifos rendían para Petroperú márgenes de explotación de entre 16.0 y 46.4% del margen de grifero obtenido por los concesionarios. En cambio, con la privatización, los ingresos obtenidos (un neto de 39.2 MMUS$), fueron íntegramente transferidos al tesoro público y finalmente, como todos sabemos, acabaron siendo digeridos por la corrupción. Cierto era que la administración de Petroperú no le prestaba la más mínima importancia a sus grifos propios y había eliminado prácticamente la renovación de equipos precisamente por desconocimiento o cariño a la función de los mismos en una estructura integrada.
Aún recientemente al elaborar el Libro Blanco de Petroperú[1] sus autores mencionan que “hubo quienes criticaron que se hubiera decidido separar los grifos sacándolos del contexto global de la estrategia de privatización … Sin embargo, en el tiempo transcurrido desde entonces, ha quedado demostrado plenamente que la decisión tomada fue la correcta … imprimió una “conciencia privatizadora” en la población del país… Se crearon cadenas de grifos … principalmente de Shell y Mobil Oil y bastante menores de YPF, Texaco, Chevron…” Bueno, la historia precisamente nos presenta, quince años después de la venta de grifos que ninguna de estas cadenas opera actualmente y en cuanto a la conciencia privatizadora, es una declaración que tiene más de justificativa que de realista, pues como sabemos, la Ley28840 (19-07-06) dispone el fortalecimiento y modernización de Petroperú estableciendo que no estará comprendida dentro del ámbito del Fondo Nacional de Financiamiento de la Actividad Empresarial del Estado (FONAFE), así como excluida de las normas y reglamentos del Sistema Nacional de Inversión Pública (SNIP), quedando con autonomía económica, financiera y administrativa; y con arreglo a los objetivos anuales y quinquenales que apruebe el Ministerio de Energía y Minas (MEM).
Otro aspecto que debemos criticar como que es incorporado con error por los autores del citado Libro Blanco es que indican que los ingresos obtenidos por la venta de los grifos fue “más del doble de los estimados económico financieros preparados por Petroperú”. Los estimados de Petroperú siempre señalaron cuales eran las ofertas mínimas que podrían esperarse de los potenciales inversionistas y servían de base para las subastas. El Comité Especial de Privatización colocó sus propios precios base de subasta, combinando los estudios de rentabilidad, con otros indicadores como el auto avaluó y los precios de los terrenos en que se edificaban, lo cual difería de los cálculos profesionales de Petroperú. Decir que se obtuvo más del doble no es serio en estas circunstancias.
A quince años del proceso, Petroperú no cuenta con una red de bocas de salida propias y apunta más bien a sostener una red de grifos afiliados difícil de mantener, con mínima presencia comercial y que no le sirven para nada si es que tuviera que jugar un papel regulador como algunos le señalan. De haber mantenido su red propia tendría hoy ingresos cercanos a los dos millones de dólares anuales en el negocio de retail y podría jugar un mejor papel del que hoy se le exige.
[1] http://www.proinversion.gob.pe/RepositorioAPS/0/0/JER/PAGRIFOSPETROPERU/Resumen%20Ejecutivo%20Grifos%20Petroperù.pdf
[1] http://www.proinversion.gob.pe/RepositorioAPS/0/0/JER/PAGRIFOSPETROPERU/Resumen%20Ejecutivo%20Grifos%20Petroperù.pdf
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