lunes, 15 de mayo de 2006

BOLIVIA, UN MAPA VACIO ... ¿Y EN EL PERU?

ESCRITO POR: CESAR BEDON ROCHA
Bolivia es uno de los países más pobres de Sudamérica, con un PBI per cápita de 2,200 US$ anuales, el más bajo de la región y uno de los más bajos en el hemisferio oriental (en el Perú éste ratio es de 4,700 US$). A pesar de su pobreza, sin embargo y seguramente sin quererlo, subsidia con GLP barato a los consumidores de sus cinco países limítrofes.

En contraste adicional con su pobreza, Bolivia tiene la segunda más grande reserva probada de gas natural en Sudamérica, detrás de Venezuela (176% más reservas que el Perú, casi el triple), aunque de escaso acceso para sus propios habitantes.

La esperanza de vida al nacer, para un boliviano promedio es de 64.4 años, mientras que en nuestro país ésta es de 6.1 años más.

La presencia brasileña es de una enorme importancia en Bolivia. Un 33.9% de las exportaciones bolivianas son efectuadas al Brasil, país que genera el 20% de su PBI y posee el 41% de sus reservas probadas de petróleo a través de la estatal Petrobrás.

Las exportaciones de gas natural a Brasil empezaron en 1999 con un contrato take or pay a 20 años. Las características del contrato han generado una seria tensión entre ambos países en el pasado, debido a demoras en la construcción de generación eléctrica por gas. Además Brasil no ha tomado el total del volumen contratado, sino un aproximado del 85%, aunque sus proyectos apuntan a duplicar sus importaciones en muy corto plazo.

Las dos refinerías que posee Bolivia son operadas también por Petrobrás y cubren sus necesidades de gasolina y turbo jet. Sin embargo, importa algunos hidrocarburos, especialmente el diesel, por su baja capacidad de refinación.

En el caso de Argentina, las exportaciones de gas natural se iniciaron en 1972 y se paralizaron en 1999. Sólo el 2004 se reanudaron las exportaciones como una forma solidaria de aliviar la gran crísis energética argentina.

Hace muy poco, Andrés Soliz Rada (1939), abogado, periodista y una de las figuras más representativas del actual gobierno boliviano, declaraba que confiaba que con la nacionalización de los hidrocarburos en su país, “el mapa vacío se transformará en un país lleno de gasoductos”, destacando que en materia de oleoductos, gasoductos y poliductos, Bolivia es un mapa vacío.

Y es que Bolivia cuenta con un gasoducto de 34 pulgadas a Sao Paulo (Brasil), con capacidad de exportar 30 millones de metros cúbicos diarios, otro de ocho pulgadas, también a Brasil, vía Cuiabá y un tercero, en la frontera sur, a la Argentina, a la que vende 7.7 millones de pies cúbicos diarios. Los proyectos para exportación a Brasil son de 45 y hasta 60 millones de pies cúbicos, así como subir a 30 millones la exportación a la Argentina, con la construcción de nuevos ductos. Todos estos proyectos, de enorme necesidad en Bolivia, reposan en proporcionar a la inversión extranjera las garantías necesarias para que se concreten. Sin embargo, la reciente nacionalización pone en riesgo, a no dudarlo, nuevas corrientes de inversión. Recordemos que Bolivia, principalmente por su inestabilidad política, atrae apenas el 7.5% del total de la inversión extranjera directa en la Comunidad Andina de Naciones (el último lugar), y que entre 1998 y el 2001, ésta cayó un 48.5%.

Al interior de Bolivia se cuenta con un solo gasoducto de seis pulgadas (más pequeño que el que pasa por la mina de Sánchez de Lozada), construido hace 30 años, entregado hace 10 años a Transredes (Prisma Energy - Shell), y que es insuficiente para atender las necesidades de las ciudades de La Paz, Oruro y El Alto. La estrategia energética del nuevo gobierno reside en priorizar los gasoductos al interior de Bolivia.

En Bolivia, subsisten en el sector energético dos realidades contrapuestas. Una urbana energéticamente satisfecha con combustibles modernos y una realidad rural aislada, inconexa y marginada del mercado energético, donde habita casi la mitad de la población del país. Para muchas de estas zonas, la única fuente disponible de energía es la contaminante biomasa. No existen proyectos para integrar la población rural a los combustibles limpios.

En esto último nos parecemos demasiado Perú y Bolivia. Según el Censo de Población y Vivienda 2005 del INEI, el 38.6 de los hogares peruanos (más de 2 millones trescientos mil), utilizan biomasa (carbón, leña y otros), para cocinar. Los gasoductos no han sido construidos ni se construirán para ellos ni existen proyectos gubernamentales para integrarlos. A lo más pequeños esfuerzos de la cooperación internacional para cocinas mejoradas de leña con ventilación al exterior.

El griterío por la nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia, que finalmente devino en la modificación de la Ley, demuestra nuevamente la carencia de conocimiento geopolítico de sus gobernantes. Un desconocimiento tan grande como ignorar la importancia del Brasil en su economía y estatizar, según señalan ahora, sin pago, la propiedad brasileña es como lo califican los brasileños una enorme traición. No olvidemos que las trasnacionales a las que atacan no vienen de los EEU o Europa, sino que son principalmente brasileñas, argentinas o chilenas y que la arenga populachera terminará por rebotarles en su precaria economía.

Lamentablemente se parece en mucho el escenario boliviano a la demanda electoral de nuestros días en el Perú acerca de recuperar la propiedad de los hidrocarburos, renegociar unilateralmente contratos, decidir burocráticamente que importar y exportar y a que precios vender, con una enorme orientación al subsidio. Pensar que nacionalistamente se puede ser autárquico y que no necesitamos de nadie es un tremendo error de cara al futuro. Suerte para nosotros los peruanos que estamos viendo en versión renovada la realidad boliviana como mal ejemplo.

Igualmente en el Perú, no se presenta ninguna alternativa de introducir energía limpia para los más pobres. La enorme campaña del Gobierno para el uso del gas metano, proveniente de costosas inversiones en gasoductos y redes internas así como calificación técnico económica de los consumidores, sólo privilegian a la gran industria y debería ser una lección aprendida, por las experiencias de Bolivia, Argentina y Colombia en que resulta una energía inaccesible para los hogares rurales.

La recomendación para nuestros futuros gobernantes se cae pues de madura. Ojo a las realidades vecinas, donde un olvido de las poblaciones más pobres negándoles el acceso a energías del Siglo XXI y manteniendo su atraso en el siglo XIX, han generado un enorme descontento social que finalmente pueden poner en peligro el futuro del país.

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